Edición, Texto, fotografía, maquetación: Luis Enrique Salinas Pérez
Plaza Norte, Lima. Seis de la mañana. Es un magnífico día para viajar a la siempre cálida sierra central del Perú. La tierra de los (chalay santos) San Jerónimo de Tunán en la Región Junín, Perú. Nuestro equipaje es ligero, demasiado si comparamos con nuestra ilusión. Después de seis horas de recorrido en bus por la carretera central, bajamos en el paradero frente a la plaza principal, en San Jerónimo de Tunan. En el corazón del Valle del Mantaro, a la margen izquierda del caudaloso río Mantaro, con un tapiz de maizales, alcachofas, alfalfa y frondosos eucaliptos, cielo azul, gente trabajadora y sencilla que brinda sus manos con calidez y nobleza.
Allá, en la Avenida Arequipa entrada a la feria, casi en la misma proporción, conviven tiendas de joyería y carpas. En las primeras, brillan las piezas de filigrana trabajadas en oro y en plata; y en las segundas, hacen humeante presencia los caldos de cabeza de carnero, la patasca, el cafecito de cebada y el pan con lechón caliente. Es el desayuno del pueblo, como un ritual sagrado, implica saborearlo, y al frente nuestro, miramos absortos cómo unas manos proverbiales, hilvanan hilos de metal hasta quedar convertidas en figuras cotidianas.
Orfebrería
Esta actividad no es fortuita. Don Ronald Meza y su esposa Beatriz Sebalto, dueños de la joyería San Jerónimo, situada en la misma avenida, cuentan, que varias generaciones se dedican a la orfebrería de oro y plata y se han especializado en filigrana, martillados, vaciados cincelados y esmaltados con hilos de plata.
“Toda la familia está unida al arte del oro y la plata” explica don Ronald, quien, con un gesto amable, nos desplaza por un camino que conduce a su taller. Allí comprendemos, por ejemplo, la referencia que se hace en las Tradiciones peruanas a la figura de Catalina Huanca: humilde, caritativa, pero de impresionante riqueza. La leyenda, que muchas veces se confunde con la historia, dice que una ascendencia incaica está oculta en las profundidades de la tierra, que es una ciudad de oro y que Catalina Huanca es la princesa que recibe las ofrendas. Esa riqueza delineó, de algún modo, lo que ocurre hoy en el distrito huancaíno de San Jerónimo de Tunán.
Historia
San Jerónimo de Tunán, destaca en la filigrana, una técnica de elaboración de joyas conocida en oro y plata, desde la primera mitad del siglo XX. Familias completas han masificado por generaciones el trabajo fino.
Sobre la tradición de orfebrería en San Jerónimo de Tunán encontramos varias referencias, como en el Compendio y Descripción de las Indias Occidentales del cronista Vásquez de Espinoza difundido en 1565, donde se menciona a los “indios plateros” del valle de Jauja… “con muy diferentes herramientas que las nuestras, labran y hacen cosas de mucho primor, no tienen martillos, sino a su usanza, un pedazo de metal de bronce con cuatro esquinas, sus fuelles para el fuego son unos cañutos”.
Los orfebres de San Jerónimo de Tunán labraban en níquel y bronce, para realizar piezas como anillos y aretes, así como joyas relacionados con los templos católicos, como arneses o incensarios. Hacia finales de ese siglo se incorporan pasadores y remaches para bridas, y monturas de caballos; es también en esa época que empezamos a encontrarnos con algunos nombres de los orfebres, don Marcelino Ricse y Juan Bonifacio. En los primeros años del siglo XX aparece Manuel Sanabria, junto con su hijo, quienes recuperan el trabajo de labrado sobre plata dejando a un lado el níquel. En 1925 el orfebre Luis Véliz Inga viaja a Ayacucho y observa los trabajos de filigrana y cincelado en láminas; a su regreso, convoca y enseña la técnica al grupo de orfebres de quienes y desde ese momento parte la tradición de la filigrana de San Jerónimo de Tunán.
Son reconocidos, don Edilberto Meza, Jacinto Loroña, Paulino Santibáñez, Fermín de la Cruz, Augusto Loroña, Juan Porras, Benigno Sánchez, Sebastián Ríos, Máximo y Ricardo Véliz, Amador Castillo, Juana Vásquez, Paulino y Jeremías Ledesma, Isidro Tello, Silvestre Calderón y Teófilo Manrique. A mediados de la década de 1940, el destacado filigranista Sebastián Ríos León obtuvo un reconocimiento en el Concurso de Plateros de Lima, lo que llamó la atención de las autoridades del Ministerio de Educación de la época, quienes decidieron crear el Instituto Industrial N° 23 de San Jerónimo de Tunán, que entre sus especialidades estaba, la de platería y filigrana.
A finales de la década de 1940 casi todas las casas de San Jerónimo de Tunán se habían convertido en talleres alcanzando su mayor producción y llegando a mercados internacionales. En 1947 se organiza el primer Concurso Nacional de Platería y Filigrana que contó con la asistencia de delegaciones de Ayacucho, Cusco, Arequipa, Piura, Lima y San Jerónimo, y fue esta la más premiada. Paulino Ledesma Sánchez fue el primer filigranista de San Jerónimo de Tunán en obtener el primer premio en el Concurso Nacional de Artesanía, en 1967.
Su comercialización ha encontrado diferentes canales, como la Feria de Huancayo, donde San Jerónimo de Tunán ha tenido tradicionalmente una presencia destacada y donde vestidos con sus trajes típicos, un centenar de artesanos ocupa más de una cuadra. Otro grupo viaja alrededor del país, a las diferentes ferias artesanales.
Los artesanos en San Jerónimo de Tunán son guardianes del conocimiento ancestral con alta especialización y dominio de la técnica de producción, con capacidad de utilizar casi cualquier temática y desarrollar piezas escultóricas con la identificación de su iconografía y simbolismos que reflejen sus costumbres de enfoque comercial hacia el turismo de alto nivel en San Jerónimo de Tunán.
El arte total queda en casa, aunque también llega a Lima y gran parte de Europa y Asia.
Texto: PROMPERÚ.
Iglesia Matriz de San Jerónimo de Tunan
A finales de ese siglo XVI, Jerónimo Guacrapaucar, cacique de Urin Wanqa empieza la construcción del templo de San Jerónimo y manda hacer parte de los adornos de los santos en plata a España y otra parte se produce en San Jerónimo de Tunan.
La iglesia del pueblo tiene brillo propio, es una de las mejores iglesias de la zona y es, sin duda, un atractivo que todos deben conocer.
Es en la parafernalia religiosa presente en fiestas patronales de los pueblos de Junín, e incluso de Huancavelica y Ayacucho, donde se genera gran demanda por coronas, cruces y adornos que llevan las imágenes de los santos patronos. A esto se suman prendedores, aretes y anillos que usan los bailantes para sobresalir.
La Iglesia Matriz, la más antigua en el valle del Mantaro, construida entre 1540 y 1560, con bellos altares de estilo barroco, churrigueresco y romano, pinturas murales del siglo XVI que conservan cuadros pintados con representación de Ángeles, la Virgen María y San Jerónimo.
Tres campanas fundidas con aleación de oro y bronce, el tañer de ellas convocan un sonido especial para la misa, reuniones del poblado o anuncia la muerte de un parroquiano.
En1854 fue enriquecida con pinturas traídas desde el Cusco, Ayacucho y en 1935 fue remodelada, para que el 30 de octubre de 1940, el presidente de la Republica, Dr. Manuel Carlos Prado y Ugarteche, declaro Monumento Artístico por su gran valor arquitectónico y artístico.
Lastimosamente el tiempo y el clima son los peores enemigos para el deterioro de la Iglesia, la falta de especialistas en conservación y restauración hacen que en la actualidad haya sido declarado por el Gobierno Regional Junín en situación de alto riesgo por el mal estado de conservación y deterioro de sus componentes estructurales que lo califican en situación de peligro inminente.
Después de ver una de la más antigua iglesia, podemos comprender el valor histórico y de la urgencia de ser intervenido para ponerlo en valor y ser aprovechado por el turismo cultural. El mayor número de bienes culturales muebles se encuentra en la Iglesia Matriz de San Jerónimo de Tunan.
Los Avelinos
La danza de Los Avelinos está vinculada a las celebraciones patronales del distrito de San Jerónimo de Tunán en honor a los santos, San Jerónimo y San Roque, en honor a la participación en la Campaña de la Breña del Mariscal don, Andrés A. Cáceres Dorregaray. La danza cuenta la historia de los huishuitos, que fingían locura para espiar al enemigo (chilenos) y obtener información sobre sus planes.
Los Avelinos de San Jerónimo de Tunán son personajes disfrazados de mendigos que bailan en agosto y septiembre por los distritos del valle del Mantaro.
Cabe mencionar que los Avelinos adquieren su nombre en homenaje a Andrés (Avelino) Cáceres, personaje de gran importancia en la sierra central. La danza habría surgido el año 1908 y se habría consolidado en 1912 con la creación y fundación de la Sociedad de Auxilios Mutuos San Roque, asociación cultural que vela por la continuidad de la manifestación y cumple fines sociales en beneficio de la población chalaysanta. El 31 de julio de 2008, la danza fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación.
La vestimenta consiste en un terno de color oscuro al que se adhiere harapos hechos del orillo de tela de casimir negro, marrón, azul o plomo. El danzante lleva una máscara de tela o cuero de oveja, con un rostro caricaturizado en el que destaca una nariz sobresaliente, un sombrero de fieltro en forma de cono, ojotas y una manta de lana de oveja llamada uishcata (manta) para cargar la comida para el shacteo o fiambre. La danza es de coreografía libre y sus pasos son un balanceo rítmico complementado con un desplazamiento libre en comparsas a modo de pasacalle.
El shacteo es uno de los momentos más hilarantes pues es allí cuando cada danzante sirve comida y bebida en diminutas vajillas y copas a las autoridades y asistentes a la fiesta. Pueden servirse potajes a base de cuye, cerdo, pollo, entre otros. El personaje que sirve el plato bromea con el comensal e imita los sonidos onomatopéyicos de los animales sacrificados para la preparación del manjar.
La música que acompaña a los Avelinos es ejecutada por una “orquesta típica” compuesta de violines, saxos, clarinetes y un arpa, instrumentos a los que se suma una tarola. Los personajes de la danza han consolidado un papel protagónico en la localidad, dado que son los actores centrales de sus celebraciones más importantes, convirtiéndose así en un símbolo de la identidad del distrito.
Turismo
En el distrito de San Jerónimo de Tunán, existen además recursos arquitectónicos importantes, la Plaza de Armas del distrito, esta es conocida como la Plaza 28 de junio y antiguamente recibió el nombre de Plaza del Sol.
Si se desea conocer este distrito en especial durante sus más importantes celebraciones, se recomienda ir hasta aquel en fechas como el 30 de setiembre, cuando se rinde homenaje a San Jerónimo de Tunan, patrón del poblado.
Los restos Arqueológicos de Unish Kuto, ubicado a dos kilómetros de la ciudad, de muy buena conservación, es reconocido como parte del Patrimonio inmaterial Cultural de la Nación. Resaltan en el distrito, las colinas de San Cristóbal, Marcapaccha y Alahuato, ideales para excursiones, caminatas, entre otras actividades que permitan escaparse de la rutina citadina.
De vuelta a Lima con una riqueza de historia y con el pecho henchido de orgullo por mi Perú generoso y maravillo.