Texto, Fotografías y Maquetación: Luis Enrique Salinas Pérez
lsalinas0510@gmamil.com
…Ésta fue la morada, éste es el sitio: aquí los anchos granos del maíz ascendieron y bajaron de nuevo como granizo rojo.
Aquí la hebra dorada salió de la vicuña a vestir los amores, los túmulos, las madres, el rey, las oraciones, los guerreros…
Pablo Neruda extasiado y sensible, logró capturar esa magia escondida, los latidos de la piedra, la pitagórica arquitectura que dan vida a la montaña más bella del mundo: Machu Picchu.
El empedrado en los callejones estrechos y largos, el cielo de ensueño, la atmósfera y la fuerza del sol con el espíritu de nuestros antepasados me invadía, transportándome al mundo de nuestros imponentes Incas. Decidí conocer el maravilloso Machu Picchu, me fui a Ollantaytambo, saqué los pasajes para Aguas Calientes. El tren sale a las cinco de la mañana en punto y hay dos tipos de servicios, el súper vip tren de lujo Hiram Bingham coches pullman (su costo es de 200 dólares) y otro, el servicio para los peruanos, cuyo precio es de 24 soles. Utiliza la misma ruta con un aviso que dice “cómodos asientos y velocidad controlada”. Viajamos con ambulantes que vendían chicharrón, choclo, papa y queso, ¡una delicia! También viajaban con nosotros carneritos, gallinitas y cuyes. Fueron dos horas de viaje, zigzagueando los olores y sabores, sin embargo, el hermoso paisaje que tenía al frente paliaba el viaje en aquel vagón del pueblo.
“Camino se hace al andar”. Así entendieron los incas y construyeron miles de kilómetros de caminos de piedra, escalinatas, puentes, tambos cada 20 kilómetros.
Para llegar a Machu Picchu hay tres caminos: por la ruta del tren, en el kilometro 88, de cuatro días y tres noches de caminata; en el kilometro 104, de un día de caminata; y el directo a Aguas Calientes, a media hora en bus. Sin duda, una de las aventuras inolvidables que se vive es el Camino Inca del kilómetro 88 de la vía férrea. La partida es en el paradero Corihuayrachina, se cruza el impresionante puente incaico sobre el Vilcanota desde donde se sigue una ruta paralela al río Cusichaca hasta la montaña abierta de Warmiwañusca.
El Instituto Nacional de Cultura ha instalado cuatro zonas con servicios básicos para los caminantes y son aptas para hacer campamentos. El camino va en ascendencia hasta la quebrada del río Paqaymayo y una abertura ancha y despejada entre dos montañas ubicada a 3,800 de altura, desde donde se contempla la impresionante arquitectura inca de Runquracay, siguiendo por los caminos empedrados hasta las ruinas de Sayacmarca, con una edificación Inca parecida a Machu Picchu. La vista espectacular de los apus y sus nevados acompaña a los caminantes hasta los abismos del cañón del Vilcanota. El cambio del paisaje es brusco. Las montañas andinas cubiertas de ichu se transforman en precipicios cubiertos de bosques y neblina propia de la selva alta tropical. Una vez repuestos de la emoción y la fatiga se inicia el descenso por las escaleras esculpidas en la roca en forma de caracol hasta la ciudadela Phuyupatamarca (Pueblo sobre las nubes). Dos horas más abajo encontramos el albergue del Instituto Nacional de Cultura, cerca al sitio arqueológico de Wiñay Huayna (Eternamente joven). Luego de un pequeño descanso recuperamos fuerzas y continuamos el último tramo que nos llevará a Machu Picchu. Fueron cuatro días en los que recorrimos cuarenta kilómetros. Cruzamos la sierra y selva en una ruta espectacular para luego llegar al maravilloso Santuario Nacional de Machu Picchu.
UN DÍA
Por otro lado, el Instituto Nacional de Cultura ha implementado una fascinante ruta que parte del kilómetro 104 de la vía férrea y que permite llegar a Machu Picchu caminando en un solo día.
A pocos pasos de cruzar el puente colgante sobre el Vilcanota se puede visitar el sitio arqueológico de Chachabamba, que rodea una antiquísima piedra ceremonial. Al fondo del cañón del Vilcanota, entre 400 y 500 metros de profundidad, se oye el retumbar del río que nos acompaña durante el ascenso hacia la montaña donde repentinamente surge, a lo lejos, el nevado Verónica. El cambio de los pisos ecológicos, montañas cubiertas de cactus y juncos al paisaje húmedo y tropical con lianas, árboles frondosos que cuelgan en el abismo, filtraciones de agua que brotan de las paredes rocosas, van acompañando nuestros pasos mientras cruzamos puentes de madera y escaleras de piedra que parecen suspendidas sobre el precipicio. Una cuesta más y aparece como una joya de piedra colgada del abismo los andenes, escalinatas, acueductos y centros ceremoniales de Wiñaywayna. Al lado hay una cascada en la que se puede descansar y refrescar, pues el calor es fuerte en el lugar. El imponente Machu Picchu es suficiente para olvidar la fatiga del camino. Desde las puertas de piedra del Intipuncu se logra distinguir a los cientos de turistas que recorren la ciudadela bajo la imponente vigilancia del Huayna Picchu.
Recorrimos las habitaciones de piedras talladas, pasadizos, andenes, el gran patio ceremonial, el Intihuatana, el templo del sol, la residencia real, la Plaza sagrada, el grupo de las tres portadas, grupo de los morteros o Acllahuasi, el grupo del cóndor y la escalinata de las fuentes de agua y terminamos en el puente colgante Inca, que está detrás de la ciudadela. Machu Picchu constituye una obra maestra de arquitectura, ingeniería y arte en perfecta armonía con la naturaleza que resultan el legado más importante de la civilización inca a la humanidad.
Debido a este valor universal excepcional, el 9 de diciembre de 1983 el Santuario Histórico, Parque Arqueológico Nacional de Machu Picchu fue inscrito en El Patrimonio Mundial de la Unesco. El 7 de julio de 2007 es elegido como una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno, además fue elegido 5 veces a la mejor Atracción Turística Líder del Mundo en la edición global de los World Travel Awards (WTA), conocidos como los premios Óscar del turismo mundial.
Agotados por el trajín, entre neblinas y rayos del sol acompañados por el crepúsculo, descendimos en los buses hasta Aguas Calientes, un lugar pintoresco, con mucho comercio. Satisfechos y con muchas ganas de quedarnos a seguir explorando, nos despedimos de los buenos amigos que se hacen al andar y nos dirigimos a la estación del tren de Aguas Calientes para regresar a Ollantaytambo porque de ahí se escribirá otra historia.